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El Parador del arte en pleno Mediterráneo

El Parador de Aiguablava ofrece al viajero la combinación perfecta de naturaleza, mar, arte, seguridad y relax

Ana López Varela

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Estás buscando un lugar seguro y apartado? ¿Un rincón en medio de la naturaleza donde disfrutar del mar, de la cocina mediterránea y de un ambiente familiar? ¿Un spa en el que poder relajarte mientras disfrutas de las maravillosas vistas de una cala de la Costa Brava? ¿Un hotel donde poder descubrir piezas de los artistas contemporáneos catalanes más importantes? Ese lugar existe, está en Girona y se llama Parador de Aiguablava.

Se encuentra en lugar privilegiado del Mediterráneo. Un rincón de la Costa Brava, rodeado de pinos, para perderse y disfrutar del entorno de una naturaleza casi virgen. Las espectaculares vistas desde lo alto del acantilado de la Punta d’es Muts son razón suficiente para elegir Girona como destino vacacional pero hay mucho más. El Parador de Aiguablava –reabierto tras una renovación integral– cuenta también con un exclusivo spa que se funde con la cala que da nombre al complejo, regalando al visitante una zona de playa que se extiende hasta las habitaciones –casi todas con vistas al mar, todas 100% libres de plástico de un solo uso y con electricidad 100% de origen renovable–. Con gimnasio y todo lo necesario para cuidarse. Mención especial merece su piscina infinita en la que el agua se confunde con el cielo.

Aiguablava dispone de dos espacios gastronómicos: el del Parador y el restaurante Mar i Vent, ubicado en la cala próxima donde se apuesta (y se gana) por productos de kilómetro 0 como en toda la red de Paradores. Gamba de Palamós, arroces y pescados a la brasa para saborear el verano más mediterráneo.

Y para alimentar el alma, el Parador de Aiguablava se revela como centro de arte exhibiendo buena parte de la obra contemporánea catalana con amplia representación de obra gráfica y algunos óleos de gran formato como Monegros de José Beulas; Cennino Cennini o el libro del arte de Modest Cuixart; o una interesante pintura abstracta de Joan Hernández Pijuán. También cuenta con obras de Dalí y Miró. Bodegones, retratos, imágenes surrealistas, obras informalistas conviven con el sobrecogerdor paisaje y la característica luz de Aiguablava, para dar lugar a un espacio inspirador en el que se funden arte, gastronomía y naturaleza.

Los planes de ocio están asegurados y existen muchas posibilidades en la zona para practicar deportes acuáticos –desde el buceo hasta alquilar una embarcación para recorrer la costa–, cicloturismo o paseos a caballo por los caminos rurales de la zona. Y también alguna que otra excursión de logística sencilla que resultará más que gratificante. A sólo cuatro kilómetros del Parador de Aiguablava, el pueblo de Begur se alza sobre una colina en cuya cima presume de castillo medieval. Sus casas de estilo colonial –construidas en el siglo XIX por los emigrantes que volvieron de América– se tornan protagonistas el primer fin de semana de septiembre cuando se celebra la Fira d’Indians en la que Begur revive su pasado indiano

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