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Un proyecto con

Víctor tiene 27 años y estudia una carrera de humanidades.

TERAPIA VISUAL

Reprogramando el sistema visual de Víctor, el joven que llevaba viendo doble desde niño

Se agotaba cuando leía, pero le restaba importancia. Víctor nos cuenta cómo descubrió que llevaba viendo doble desde niño y cómo la terapia visual corrigió su problema.

Laura Fortuño

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Imagina que tienes 9 años, tu profesor de Lengua te pide una redacción en la que cuentes todo lo que has hecho durante el fin de semana y, cuando la terminas, te sientes tan cansado que no tienes ganas ni de jugar. Imagina que después, con 15 años, haces una práctica de dibujo técnico en el instituto y el agotamiento con el que llegas a casa te obliga a echarte una siesta de dos horas. Imagina también que entras en la universidad y tras cada examen te sientes como si hubieras corrido una maratón, pero sobrevives a costa de aumentar tu consumo de café, porque “esto le pasa a todo el mundo”, “no voy a ser un quejica”, “seguro que es lo normal”.

Pero no, no es normal. El dolor de espalda no es normal. La sensación de mareo después de un rato de ordenador no es normal. Y que leer te deje extenuado tampoco lo es. Durante muchos años, Víctor se sintió así. Le restaba importancia a los síntomas y se esforzaba el doble, incluso el triple, para ir camuflando sus dificultades: «Yo siempre he sido muy funcional y ese era mi gran estigma, porque no se me detectaba nada», asegura Víctor.

La visión doble

o diplopía es una alteración visual que consiste en la percepción doble de un solo objeto.

Esta disfunción puede ser horizontal, diagonal u oblicua y puede afectar a los dos ojos (binocular) o a uno (monocular). Su diagnóstico precoz es fundamental para que el paciente pueda tener una buena calidad de vida.

Las molestias en la espalda le obligaron a acudir de forma recurrente al fisioterapeuta que, en una de las ocasiones, motivado por una intuición, decidió hacerle una prueba llamada cordón de Brock. Víctor debía mirar a una bola que estaba en una cuerda. Una persona sin ninguna disfunción visual hubiera visto una única bola y una cuerda que se desdobla formando una X sobre ella. Pero así no fue como Víctor lo percibió.

Ante la sospecha de un problema en los ojos, el fisioterapeuta le remitió a un centro de terapia visual pionero en la ciudad de Valencia, Visión de Libertad. Al frente, Libertad Novejar que, óptico optometrista con una larga experiencia, se vale de la tecnología más avanzada en el campo de la optometría para ayudar a sus pacientes a superar sus disfunciones visuales y mejorar así sus habilidades: «En el centro escuchamos muchos casos, especialmente de niños, que lo están pasando mal a la hora de aprender. Muchas veces son niños superinteligentes a los que se les está tachando de vagos que no quieren hacer las tareas. Se les pone la etiqueta en la espalda y se lo creen. La terapia visual les ayuda a entender que sus ojos no están viendo como toca», explica Libertad, que también forma parte de la junta directiva de la Sociedad Internacional de Optometría del Desarrollo y Comportamiento (SIODEC)

Libertad Novejarque es una apasionada de la optometría comportamental y la terapia visual.

Una aproximación a la terapia visual

La terapia visual consiste en una serie de ejercicios establecidos en un orden para mejorar habilidades visuales que se han perdido tras una disfunción. «Esta disfunción puede ser un estrabismo, puede ser ojo vago, que se produzca visión doble, que haya problemas causados en el enfoque que nos están provocando mala lectura, pueden ser problemas por daño cerebral o problemas en el neurodesarrollo», detalla la óptico optometrista, que confiesa estar “enganchada” a la terapia visual: «Aparecen nuevas técnicas, nuevos procedimientos, y siempre me gusta estar a la vanguardia de ellos para ayudar de la manera más rápida a un paciente. Ahora mismo no sabría vivir sin hacer terapia visual», confiesa Libertad. 

Para conseguir el éxito de la terapia visual, resulta fundamental que los tratamientos estén personalizados para cada paciente. Así lo explica la directora de Visión de Libertad: «Para hacer un buen tratamiento personalizado, hay que hacer un buen diagnóstico, y para hacer un buen diagnóstico, hay que hacer una buena anamnesis y una buena evaluación previa. Sabiendo sus signos, síntomas y disfunciones que presenta, el equipo del centro nos sentamos y evaluamos el caso. No te haces una idea del cansancio que supone pensar cómo llevar al paciente a su mejor nivel en cada momento». Entre las disfunciones más frecuentes que se pueden corregir con terapia visual se encuentran los problemas de enfoque, estrabismos, ojo vago, visión doble o disfunción de convergencia, entre otros.

El reto del tratamiento de Víctor

Con más de 20 años, Víctor tuvo que poner solución a una dificultad que se corrige, en la mayoría de los casos, durante la infancia. Esto suponía una dificultad añadida, pero rendirse no entraba en sus planes, así que trabajó y se esforzó durante meses. «Para mí la terapia era como una asignatura más de la carrera, pero sin vacaciones de verano porque eso era un lujo que no me quería permitir. De hecho, me matriculé de menos materias en la universidad para poder dedicarle tiempo a mi recuperación. La terapia y yo éramos uno», dice Víctor.

Víctor tiene 27 años y estudia una carrera de humanidades.

Visión doble binocular. Cuando tras una serie de pruebas Libertad le confirmó que todos sus síntomas se debían a esta disfunción, Víctor entendió muchas cosas. Pero ahora empezaba la parte más difícil: cambiar su manera de mirar el mundo. No fue fácil: «Los primeros meses me desanimé muchísimo. Empecé con unas lentillas rígidas que me ponía por la noche para corregir la miopía de forma temporal. Aunque mi visión iba mejorando, esas lentillas pierden efecto durante el día: a primera hora no tenía casi ninguna dioptría, pero a media tarde volvía a tenerlas todas. En un mismo día podía oscilar de 1 a 5 dioptrías y eso me afectaba a mi estado de ánimo, no escribía bien…», recuerda Víctor. Pero era necesario, como señala Libertad: «Lo hicimos porque su gafa con tanta miopía le distorsionaba la realidad y le provocaba un enfoque y una coordinación de sus ojos que empeoraban esa visión doble». 

Con dedicación, esfuerzo y perseverancia, Víctor fue trazando su camino hacia el éxito.

A partir de entonces, Víctor acudió al centro de visión hasta dos veces a la semana, y también en casa hacía los ejercicios que le pautaban. «Yo siempre me había manejado con visión focal, y ahora debía aprender a usar la visión periférica, para meter en vereda al ojo izquierdo, que era el que “se portaba mal”», explica el paciente.

No fue fácil desandar el camino que había aprendido Víctor para camuflar su visión doble binocular. También la miopía, que en su momento había conseguido enmascarar esta disfunción, suponía un hándicap a la hora de trabajar. Pero con dedicación, esfuerzo y perseverancia, Víctor fue trazando su ruta hacia el éxito. «En la evolución de la terapia tuvimos que ir muy lentos porque tenía mucha sintomatología y se mareaba, de hecho, al principio no aguantaba la sesión completa de ejercicios y no es para nada lo normal. Trabajamos mucho la integración del equilibrio con los seguimientos de ojos, el control del enfoque y la coordinación de los ejes visuales para luego darle flexibilidad al sistema. Cuando trabajamos no pensamos en los ojos sino en qué área cerebral está funcionando para ayudarle a entender el espacio que le rodea y permitirle moverse sin problema», explica Libertad. 

Y es que la manera en la que vemos, literalmente, el mundo, también da a los profesionales mucha información sobre cómo lo percibimos: «Me apasiona entender cómo funciona el sistema visual de cada paciente. Me lleva a comprender cómo esa persona vive la vida. Esto lo sabemos en las pruebas iniciales, pero también durante toda la terapia, porque esta no solo son ejercicios para ayudarle, también nos da mucha información», cuenta Irina Navarro, óptico optometrista en Visión de Libertad. 

Irina Navarro en una sesión de terapia visual con un paciente pediátrico.

La importancia del diagnóstico precoz

Muchos años antes de que el fisioterapeuta de Víctor diera la voz de alarma, su madre empezó a intuir que su hijo tenía un problema sin identificar. Pero su gran funcionalidad y la miopía que han acompañado a Víctor desde su infancia lograban esconderlo: «Mi madre me veía muy patoso, siempre muy asentado en mis cosas. Para ella la terapia ha sido un punto de revelación. Gracias a ella ha podido entender muchas de las cosas que me pasaban cuando era niño», asegura Víctor. «Yo siempre he sido más raro que un perro verde, pero ahora resulta que muchas de mis excentricidades tenían explicación».

Actuar cuanto antes es fundamental para asegurar la correcta evolución de cada caso. Lo explica también Libertad Novejarque: «La ciencia ha demostrado que hay neuroplasticidad durante toda la vida, pero cuanto antes se intervenga, mejor. Cuando tú tienes que cumplir unos hitos visuales y ha pasado menos tiempo desde que tenías que haberlos cumplido, siempre es más fácil ir hacia atrás para volver a crear el camino. Está demostrado que un ojo vago, por ejemplo, puede tratarse a cualquier edad, pero sí que es verdad que los resultados son mucho más rápidos cuando los niños tienen 6, 8, 10 años». 

Y para que el diagnóstico pueda ser cada vez más temprano, la investigación debe seguir a la vanguardia, tal y como explica Irina Navarro: «La investigación hace que el mundo avance. En el campo de la terapia visual y la optometría, la investigación debe continuar, por un lado para que se confirmen muchas cosas que ya estamos haciendo pero falta más evidencia científica, y por otro, porque es fundamental tener nuevas técnicas y formas de ayuda». 

Ahora Víctor puede mirar el mundo con optimismo

Quiere dejar claro que no ha habido milagros. Que su recuperación no ha sido mágica. Que le ha supuesto un esfuerzo, pero ha merecido la pena: «No puedes esperar que las cosas se solucionen por su cuenta. Es currar, currar, y currar, mucha rutina», afirma Víctor, quien todavía realiza ejercicios de mantenimiento cuando nota que se pone nervioso o se cansa más de la cuenta.

Ahora, Víctor dedica parte de su tiempo libre a una actividad que de no ser por la terapia, jamás hubiese podido realizar: pinta miniaturas de Warhammer, un juego de mesa táctico militar. «Pero yo dedico tiempo a mis hobbies cuando estoy descansado. La prioridad es descansar. De hecho, recomendaría a cualquiera que esté haciendo terapia visual que no perdone una siesta».

Su éxito fue un motivo de alegría para todos, empezando por él mismo. Sus amigos y familia también lo celebraron. Y, además, siempre que una terapia funciona es una gran satisfacción para los profesionales que le han acompañado en el camino: «Cuando la terapia funciona me pongo muy feliz. Que un paciente pueda hacer cosas que no podía hace cinco semanas es un chute de energía. No solo es lo que consigue hacer en consulta, es que sus avances vienen acompañados de sensaciones en su día a día», afirma Irina Navarro.

Ante cualquier señal de alarma, hay que actuar

«Yo siempre me notaba un lado de la espalda más cargado que otro, cuando usaba el ordenador para estudiar me mareaba, intentaba no leer demasiado… Eran pequeñas ‘banderas rojas’ que iban apareciendo, pero yo les quitaba importancia, me decía a mí mismo: ‘estaré cansado, luego me despejo y leo mejor’. Así que lo fui arrinconando», cuenta Víctor quien, después de esta experiencia, quiere animar a cualquier persona que empieza con molestias visuales a encontrar la causa para trabajar en ellas cuanto antes: «Quiero dejar claro a la gente que si empiezan a dudar, ven mal, se cansan leyendo, es decir, esas pequeñas cositas que yo no les di importancia, deben darles importancia. Si yo no hubiese recibido terapia visual, creo que hubiera anulado un ojo o estaría perpetuamente amargado porque me cansaría el doble por cosas que no entiendo. El problema es que en tu día a día no lo notas y te va agotando silenciosamente. Dices: “todo el mundo vive bien, ¿por qué yo estoy tan cansado? Bueno, me meto un café y continúo”». Pero si hubiera sabido que sus síntomas tenían causa y solución, Víctor hubiera podido funcionar con mucha menos cafeína.

Consejos para prevenir los problemas oculares en la infancia

En la clínica trabajan de manera multidisciplinar y todos los tratamientos son personalizados.

1. Prestar atención a su comportamiento 

Si un niño saca mala notas, no le gusta leer o se queja a menudo de dolor de cabeza, puede ser debido a un problema de visión.

2. Acudir al oftalmólogo aunque no haya síntomas 

A los 3 años, se recomienda realizar la primera revisión ocular de los niños incluso cuando no hay ningún signo de alarma.

3. Ser fiel a las revisiones anuales 

Un buen momento puede ser antes del comienzo de cada curso escolar, para evitar que los posibles problemas interfieran en su rendimiento.

4. Pasar tiempo al aire libre 

Hoy en día el uso de pantallas es constante, por lo que las actividades al exterior y/o deportivas son imprescindibles para compensar el uso de la visión cercana.