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Organiza

Vocento

Por qué la Agricultura
de Conservación
podría ser
clave para frenar el
cambio climático

17.11

2021

Con motivo del Día Mundial del Suelo se ha realizado un encuentro organizado por CM Vocento junto a AEPLA, ANSEMAT y AEAC.SV en torno la efectividad de esta práctica y el Pacto Verde europeo

Ana López-Varela | Fotos: Roberto Villalón

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La influencia humana en el calentamiento global es indiscutible y el incremento de la temperatura del planeta una constante. Según el último informe publicado por el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) el nivel podría superar los 2ºC a partir del año 2050, cifra fijada como objetivo en el Acuerdo de París, a no ser que se produjeran reducciones profundas en las emisiones de CO₂ y otros gases de efecto invernadero en las próximas décadas. Y en esa lucha, existe una práctica agrícola que podría ser clave ya que protege el suelo de la erosión, mejora su calidad, favorece la biodiversidad y, en general, preserva los recursos naturales de agua y aire haciendo más eficiente la producción: la Agricultura de Conservación.

Un 15% de la superficie agrícola española utiliza la Agricultura de Conservación, con un crecimiento del 60% en la última década

Esa fue una de las principales conclusiones del encuentro organizado por CMVocento junto a AEPLA (Asociación Empresarial de Protección de las Plantas), ANSEMAT (Asociación Nacional de Maquinaria Agropecuaria y Espacios Verdes) y AEAC.SV (Asociación Española Agricultura de Conservación Suelos Vivos) con motivo del Día Mundial del Suelo, que se celebra cada 5 de diciembre. Bajo el lema Agricultura de Conservación y el Pacto Verde europeo, expertos analizaron cómo la práctica de la Agricultura de Conservación se ha revelado una más que eficaz alternativa para mitigar el cambio climático. Algo que queda reflejado en un reciente informe técnico-científico elaborado por PwC, con la colaboración de AEPLA y ANSEMAT,  el asesoramiento científico-técnico de AEAC.SV y el patrocinio de Bayer. 

La Agricultura de Conservación es un sistema de producción agrícola sostenible que rompe con el paradigma de que para implantar un cultivo es necesario el laboreo”

 La Agricultura de Conservación es un sistema de producción agrícola sostenible que rompe con el paradigma de que para implantar un cultivo es necesario hacer operaciones de laboreo. Se fundamenta básicamente en tres principios: la supresión del laboreo; un mantenimiento de una cobertura vegetal sobre una superficie del suelo –hacerlo en el 30% de ella consigue evitar en un 90% la erosión del suelo tanto, en cultivos herbáceos (cereales, leguminosas y oleaginosas) como en cultivos leñosos (olivar, frutales, cítricos, viña), y luego una tercera condición, aplicable a los cultivos de herbáceos extensivos, que es la rotación y diversificación de los cultivos. Siguiendo esos tres puntos somos capaces de conseguir grandes beneficios no sólo del tipo medioambiental sino económico y social”, explica Óscar Veroz, director ejecutivo AEACSV. 

Los ponentes de la mesa organizada por CMVocento junto a AEPLA y ANSEMAT

Se da un proceso vital que en la agricultura convencional, a causa del laboreo, no sucede. “Se trata del incremento del secuestro de carbono en el suelo, hablamos de media de en torno a una tonelada por hectárea/año. Nosotros llevamos a cabo diversos proyectos dentro del programa Life de la Unión Europea, como es el proyecto Life Agromitiga de la Unión Europea, donde en parcelas con Agricultura de Conservación tanto de siembra directa como con cubiertas vegetales estamos observando incrementos del secuestro de carbono de un 13% respecto a parcelas que están manejadas de manera convencional”, asegura Veroz. “Actualmente tenemos una superficie trabajada con Agricultura de Conservación de más de 2 millones de hectáreas y eso supone que estamos secuestrando 9,9 millones de toneladas anuales. Esa cifra compensa el CO emitido por 2 millones de vehículos funcionando durante todo un año”, resume.

VENTAJAS PARA EL AGRICULTOR

“Si lo analizamos desde el punto de vista del agricultor es un tipo de práctica que tiene bastante ventajas”, subraya por su parte Jordi Esteve Bargues, socio responsable del equipo de Economics de PwC en España. “La primera prerrogativa es un ahorro de tiempo. Evitar el laboreo supone salir menos con el tractor y eso implica más tiempo libre obviamente para ocio pero también para poder diversificar las rentas agrícolas. Algo que nos parece fundamental a la hora de intentar fijar población en el territorio es diversificar las fuentes de riqueza del campo combinándolo por ejemplo con el turismo sostenible o la apicultura. La segunda virtud es el ahorro de combustible derivado de no salir con el tractor a labrar. Esa reducción del combustible, otro beneficio medioambiental adicional a los que ha comentado Óscar, supone un ahorro importante para el agricultor que revierte en sus cuentas anuales y mejora la rentabilidad de las explotaciones. Además, al ser unos cultivos que retienen más el agua, la productividad media de esos terrenos es más alta. Con lo cual desde el punto de vista del agricultor es un claro ejemplo de negocio donde salen los números”, resume. 

Esto precisamente explica el crecimiento experimentado en la implantación de la Agricultura de Conservación durante los últimos años. “Ahora mismo aproximadamente un 15% de la superficie agrícola española está usando esta práctica. En la última década las tasas de crecimiento han sido muy importantes, por encima del 4,5% anual. Eso significa que de 10 años a esta parte hemos incrementado un 60% la superficie cultivada con este tipo de técnicas. De cara al futuro podríamos llegar a estar por encima del 95% como potencial. ¿La velocidad a la que podemos converger en eso? Es difícil hacer previsiones porque depende de muchos factores: la regulación, el discurso político y también la capacidad que como agentes tengamos también de convencer a esos agricultores porque, aunque para los agricultores es rentable, es verdad que hay algunos frenos culturales, formativos o de información que hacen que todavía tengamos mucho camino que recorrer”.

En la actualidad ya hay más de 100.000 personas empleadas alrededor de la Agricultura de Conservación de forma directa y 2.200 millones de euros de contribución directa al PIB. Es además una actividad económica que genera efectos en otros sectores, como la maquinaria agrícola, los insumos, semillas, etc. El aporte social de la Agricultura de Conservación también es reseñable. “Incide en un tema fundamental como es el de la España vaciada. Si desde el punto de vista de los agricultores hay una mejora de la rentabilidad, desde el punto de vista social hay una ventaja fundamental que es la generación de empleo, en sitios donde es especialmente interesante”, apunta Esteve. 

Tenemos que ser capaces de avanzar a modelos en los que la gestión no sea de crisis sino de riesgos y de oportunidades

Y no le falta razón, El reto de dinamizar zonas rurales y despobladas en un país como el nuestro, en el que el 25% del suelo tiene riesgo de abandono, con más de 5 millones de hectáreas en riesgo de pérdida, es evidente. “Ese riesgo de abandono de la tierra se da por dos motivos: porque la explotación no es rentable, al no ser suficientemente productiva, o bien porque el suelo se erosiona, un problema muy grave en España porque es una pérdida de valor y patrimonio. En esos dos aspectos contribuye de forma muy relevante la Agricultura de Conservación. Nos da más renta para los agricultores y protege el suelo haciendo viable que esa explotación agrícola sea sostenible no el año que viene ni el siguiente sino dentro de 15 o 20 años”. 

CLAVE PARA EL PACTO VERDE EUROPEO

Analizando todas esas ventajas, parece evidente que la Agricultura de Conservación será crucial para el cumplimiento de las estrategias de la Unión en materia medioambiental. “El Pacto Verde europeo es un plan muy ambicioso que tiene el objetivo de que Europa sea el primer continente climáticamente neutro en el año 2050. Y para eso la Agricultura de Conservación puede jugar un papel importante por ser una práctica que contribuye a esa economía de cero emisiones baja en carbono y sostenible”, recuerda Veroz. Además, apuntan los expertos, en la pasada COP26 ya se señaló la Agricultura de Conservación como una gran oportunidad  no sólo para mitigar el cambio climático, sino también para la reducción de insumos. “La idea es que de aquí al año 2030 se reduzca en un 50% el uso de productos fitisatinarios y en un 20% el de fertilizantes. Y ya hay estudios que constatan que en la Agricultura de Conservación se reduce el transporte de fitosanitarios hasta en un 60% y, en el agua de escorrentía, se minimiza el contenido de fertilizantes como nitrógeno y fósforo”, añade.

Respecto a los objetivos de reducción de insumos, Carlos Palomar, director general de AEPLA puntualiza que “los tiempos en la agricultura no son tan cortos como en la política y no se puede cambiar la situación de un día para otro. Los productos químicos, en este caso los herbicidas, son fundamentales para prácticas como la Agricultura de Conservación”. Y recuerda un estudio que hizo PwC sobre los retos de la agricultura española en el que se remarcaba que las políticas tienen que ser coherentes. «No se puede pretender que el agricultor consiga un sumidero de carbono sin dejarle utilizar herbicidas para ello y obligarle a utilizar labores mecánicas y consumir gasoil porque entonces se están incumpliendo los objetivos de reducción de emisiones”.

Hay que encontrar el equilibrio para la utilización de la tecnología. “Luego vendrá la utilización racional y el uso eficiente de herbicidas, insecticidas y fungicidas que va a implicar, por supuesto, la innovación, la agricultura de precisión, la digitalización… Eso nos permitirá hacer más con menos, pero no hay que engañarse con que esto se puede hacer sin productos químicos. Es una entelequia que ahora no existe. El menor impacto medioambiental no está unido a su origen (natural o de síntesis) sino a las características del producto. Para mí eso es fundamental porque realmente así es como avanzan las políticas, no enfrentando Agricultura de Conservación frente a la agricultura ecológica o la agricultura integrada…. Hay que abordarlo de una manera holística”, sentencia. Además, añade, todos los productos fitosanitarios están evaluados y regulados por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria y por los ministerios de Sanidad, Medio Ambiente, Trabajo y Agricultura. 

La realidad es que hoy día en la Agricultura de Conservación es imprescindible el uso de fitosanitarios. “Gracias al desarrollo del I+D se han conseguido soluciones muy respetuosas, más eficaces, a un coste imbatible, por ejemplo el glifosato. Un producto de amplio espectro que controla las malas hierbas a un precio muy barato, con un solo compuesto, que funciona haga frío o calor y, además, las elimina de raíz… De hecho, en el estudio de PwC los agricultores reconocen que sin esta herramienta realmente no sabrían cómo llevar a cabo la Agricultura de Conservación y un 30% directamente la abandonaría. Todo el avance que hemos conseguido se vendría abajo sin las herramientas correspondientes. Es otra de las partes importantes cuando hablábamos de las políticas y la regulación, que deben acompañar a la innovación en este caso a la Agricultura de Conservación y no ponerle trabas”.

El suelo es el mayor activo que tiene la agricultura en todas partes del mundo y en la Unión Europea, más. Aquí lo que se está buscando es conservar tierras que llevan muchos más siglos en producción y debido a las condiciones climáticas que tenemos y la forma convencional de trabajar han sufrido erosión generándose una importante pérdida de suelo. Pero hemos de considerar que la población de la UE tiene que seguir alimentándose, que en los próximos años los flujos comerciales y la balanza comercial variarán. De manera que aunque pensemos que el suelo es oro hay que seguir aumentando los rendimientos. De hecho, en las últimas estimaciones de la FAO y la OCDE para los próximos 10 años indican que las ganancias de producción han de venir de los rendimientos”, aclara Ignacio Ruiz, secretario general de ANSEMAT.

Por eso, apunto a tres ejes para incrementar la producción: rendimiento, disponer de más suelo o intensificar los cultivos. “En la UE se busca la mejora de los rendimientos. Es ahí donde la Agricultura de Conservación tiene el papel más importante de cara a los consumidores. La obligación de la industria es plantearse cómo conseguir aumentar rendimientos al mismo tiempo que se mejora la calidad, la biodiversidad o el medio ambiente. Y aquí es donde entramos los sectores productivos y  la tecnología”, explica Ruiz. “La maquinaria es el enlace entre todo el resto de tecnologías y la agricultura: desarrollar maquinaria específica para nuevos procedimientos de trabajo, como puede ser la maquinaria de siembra directa”, agrega. Esta maquinaria que desarrollan, puntera a nivel mundial, es más grande y pesada para ahorrar tiempo y combustible. “Tiene una inversión mayor para el agricultor que a largo plazo se amortiza más rápidamente”, matiza Ruiz y recuerda que el Ministerio de Agricultura saca subvenciones que cubren hasta el 30% de la inversión. 

Entonces, ¿están los agricultores españoles entonces preparados para asumir esta práctica? Ignacio Ruiz considera que “el mayor miedo de los agricultores son los cambios de normativas. Con este estudio de PwC ha quedado muy claro desde la base científica cuáles son los beneficios, que estamos preparados desde el punto de vista tecnológico para hacer productos que son seguros, que tenemos máquinas eficientes… Pero esas tecnologías también suponen un incremento de coste y esas inversiones se tienen que poder garantizar”. 

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