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¿Dispuesto a mudarte al pueblo? Escucha antes a los expertos

La experiencia de vivir en el rural merece que le extraigamos todo el jugo. Los vecinos de Villanueva de la Vera (Cáceres) nos dan las claves para conseguirlo.

Ana García Novo

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Llegó el momento. Lo sabes. Lo sientes. Lo necesitas. Ya está decidido: te vas al pueblo. No ves el momento de subirte al coche para dejar atrás los atascos y las prisas por llegar a todas partes. Incluso a toda esa gente que te estresa y a veces ni siquiera sabes muy bien por qué. Esta es una epifanía que han tenido muchos habitantes de ciudades que han decidido cambiar el asfalto por el verde, el bullicio por la tranquilidad de un pueblo. Ya sea temporal o definitivamente, este cambio de aires conviene enfocarlo bien. Al fin y al cabo, lo que se van a encontrar allí es desconocido, al menos lo es para todos aquellos que nunca han vivido en entornos rurales.

Mudarse al pueblo supone cambiar muchas rutinas y realidades para encontrarse con otras nuevas. Esto vale tanto para quienes piensan simplemente en alargar su estancia durante la Navidad gracias al teletrabajo como para quienes deciden liarse la manta a la cabeza y no volver por la ciudad más que de visita.

Por eso, no está de más escuchar la voz de la experiencia, esa que nos anticipa los cambios a los que nos enfrentaremos en los próximos tiempos y, sobre todo, nos enseña a sacarles el máximo partido. Los habitantes de Villanueva de la Vera (Cáceres) —tanto los veteranos como los que se acaban de mudar— tienen mucho que decir al respecto. Lo hacen en la campaña #ViveDondeQuieras que Correos acaba de lanzar. Escuchémosles con atención.

  •  1. Quítate las prisas de encima. “Quítate las prisas, que los de la ciudad venís con muchas prisas”, apunta Miguel Ángel, agricultor afincado en Villanueva de la Vera. “¡Y las prisas no son buenas para nada!”, tercia uno de sus vecinos. Lo cierto es que el cambio de ritmo entre ciudad y pueblo puede resultar un shock al principio. Y una bendición después. En un entorno urbano, donde los desplazamientos suelen consumir mucho tiempo, la tiranía del reloj manda. Por eso un buen hábito al llegar al pueblo consiste en sacudírsela de encima cuanto antes.

    Consejo: si dos personas charlan tranquilamente en el mostrador de una tienda, es mejor unirse a la conversación e invertir unos minutos en una charla agradable que impacientarse. Y si vamos a pasear, conviene aminorar el paso —que al llegar estará disparado— y disfrutar del entorno. Al fin y al cabo, esto es lo que venimos buscando al pueblo.

  •  2. Prepara la despensa. “Te van a regalar de todo”, anuncian Richard y Mari Jose desde su taller de carpintería en Villanueva de la Vera. “Sandías, melones, lechugas, pepinos… Te lo van a dar. ¡Sin tú pedirlo siquiera!”, exclama Cristina. Esto es algo que tienen en común prácticamente todos los pueblos de España. ¿La razón? Muy sencilla: las cosechas vienen todas de golpe. Eso de hacerte solo con los pimientos que necesitas cada día no vale para el huerto: tienen la costumbre de madurar más o menos todos a la vez. Así que, de repente, habrá pimientos para quien los cultiva, pero también para todos sus familiares y vecinos.

    Consejo: entérate de cuáles son los cultivos típicos de la zona y de cuándo es su cosecha. Con esta información, busca recetas variadas para sacarles partido. Las vas a necesitar.

  •  3. Trata a todos con respeto. “Es muy importante que trates a todo el mundo con respeto”, aconsejan Alba y Eric, que se mudaron a Villanueva de la Vera hace cuatro meses, cuando nació el pequeño Leo. Este es un consejo especialmente relevante, sobre todo si tenemos en cuenta lo que aseguran otros vecinos. “Tenemos las manos abiertas para recibir a quien venga”, destacan Sandra e Ilton, dos portugueses afincados en el pueblo. “Aquí te van a aceptar tal y como eres”, abunda Vera. “En una ciudad, puedes ponerte máscaras, pero aquí, al final, las máscaras se van a caer”, tercian Alba y Eric. Así que el equilibrio entre autenticidad, honestidad y respeto nunca debe perderse de vista en un pueblo.

    Consejo: si entablas conversación con alguien, hazlo con la mente y el corazón abiertos. Todo el mundo tiene algo que enseñar y realizar una escucha activa no solo es muy enriquecedor, sino también una auténtica señal de respeto.

  •  4. Abrígate. “Aquí, en invierno, abrígate. Que el invierno aquí es fresquito”, avisan Raquel y Juan Carlos desde su frutería de Villanueva de la Vera. El cambio de la ciudad al pueblo normalmente supone dejar atrás un entorno de calefacciones por todas partes y máquinas que calientan hasta el aire de la calle. Y eso, se nota. Por suerte, tal y como asegura Miguel Ángel, “aquí hay leña para aburrir”. Y con leña y una buena chimenea, “ya pueden venir diez inviernos”.

    Consejo: si tienes una chimenea, conviene que hagas acopio de madera incluso si cuentas con otro sistema de calefacción, porque se puede estropear. Si el pueblo al que te mudas se queda a veces aislado por el mal tiempo, esto es imprescindible.

  •  5. Sé educado… ¡y saluda! En un pueblo, es de buena costumbre decir a dónde vas o de dónde vienes. “No es por cotillear, es simplemente por saber”, asegura Alba. “Mira a la gente a la cara y saluda”, recomienda Raquel. Precisamente la cantidad de veces que se saluda la gente en un pueblo es algo que suele sorprender a las personas de ciudad. Es una costumbre que se ha perdido en entornos urbanos y que no está de más recuperar.

    Consejo: no te olvides de las palabras de Raquel y saluda. Incluso si, finalmente, decides volver a la ciudad: saludar al conductor del autobús o a la persona que nos va a atender detrás de una ventanilla debería ser una norma básica de educación.

  •  6. Sé un buen invitado. Ejercer de buen invitado en un pueblo no significa necesariamente devanarse la sesera para llevar el vino o el postre más sofisticados. “Si alguien aquí te invita a comer, te invita”, asevera Mari Jose. Solamente es necesario llevar ganas de comer y disfrutar. De hecho, tal vez la mejor manera de honrar a los anfitriones sea dedicarles eso que tanto escasea en la ciudad: tiempo.

    Consejo: si te invitan a comer, acepta, agradece y, sobre todo, ve sin prisas.

  •  7. Deja a los niños disfrutar. Tal vez esta sea una de las mayores ventajas de los pueblos, sobre todo en el caso de los más pequeños. Los niños pueden ser libres para jugar en sus calles… si les dejamos. “¡Anda y deja a los chiquillos que corran!”, pide un vecino de Villanueva de la Vera. “Hay que dejarlos ir solitos”, recomiendan Sandra e Ilton, padres de tres. Es un ejercicio magnífico para que desarrollen su independencia en un entorno controlado.

    Consejo: si todavía tienes el recelo de la ciudad en el cuerpo, deja que tus hijos jueguen con otros niños del pueblo. Aprenderán a toda velocidad y verás cómo ganan autonomía a cada día que pasa.

  •   8. Da la bienvenida en tu vida a tu cartero rural. La relación que establecen los habitantes de entornos rurales con sus carteros es un auténtico tesoro de la vida en un pueblo. Llevan conversación, alegría y servicios a lugares remotos que, de otra manera, nunca llegarían. De hecho, hay 6.011 carteros rurales de Correos que, junto a sus funciones tradicionales de recogida y entrega de envíos, llevan a esos lugares distintos servicios de sus oficinas para evitar desplazamientos a sus habitantes. Para ello, Correos ha culminado el despliegue en el entorno rural de dispositivos electrónicos portátiles (PDAs), que los carteros podrán utilizar para ofrecer todo tipo de servicios en la puerta de las casas de los vecinos.

    Con estas PDAs, los carteros rurales permiten ingresar y retirar dinero en efectivo, enviar y recibir paquetería, pagar recibos y tributos con tarjeta bancaria, adquirir embalajes, sobres y sellos, así como gestionar servicios de luz, gas, telefonía y seguros, entre otros. Todo ello, aprovechando la visita diaria del cartero a cada domicilio y sin necesidad de desplazarse hasta la oficina más cercana.

    Consejo: apóyate en tu cartero cuando llegues al pueblo. Con su ayuda, tu adaptación al entorno será mucho más sencilla.

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