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Un proyecto con

Ana Tajadura-Jiménez Foto: Antonio Caballero

INVESTIGACIÓN

La mujer que hackea nuestros sentidos para mejorar nuestra visión del cuerpo (y nuestra vida)

La investigadora Ana Tajadura-Jiménez estudia cómo cambiar nuestra percepción corporal con zapatos que cambian el sonido de nuestras pisadas o trajes que nos ayuden a estar sanos

Ana García Novo

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La percepción que tenemos de nuestro cuerpo no siempre es exacta. Por ejemplo, cuando estamos sentados en el sillón de un odontólogo: es fácil sentir que la muela que nos están arreglando es mucho mayor de lo que en realidad es. También se puede distorsionar un poco esa percepción si visitamos un laberinto de espejos. Si nos miramos en uno que achata nuestra imagen, es probable que acabemos sintiéndonos más pesados o comprimidos.

Todas estas son distorsiones de nuestra percepción corporal. El problema es que esas distorsiones se pueden producir también a causa de un problema de salud o junto a él. Por ejemplo, el dolor crónico puede causar que percibamos de manera diferente la parte del cuerpo que nos duele y dificultar su movilidad o su rehabilitación. Una depresión, que nos sintamos más pesados. Y un trastorno alimentario suele ir vinculado a una imagen de nuestro cuerpo que nos hace sentir mal.

Estos son ejemplos de modificaciones dañinas de la percepción que tenemos de nuestro cuerpo. Sin embargo, también las hay beneficiosas. ¿Y si pudiéramos sentirnos más ligeros para mejorar un proceso de rehabilitación?, ¿y si cambiar esa manera que tenemos de vernos nos animara a ir al gimnasio, que tanta falta nos hace, o a alimentarnos mejor? Algo así como hackear nuestros sentidos para mejorar nuestra visión del cuerpo y, con ella, nuestra vida.

BODYinTRANSIT

Sensory-driven Body Transformation Experiences On-the-move” es un proyecto financiado por el Consejo Europeo de Investigación (ERC). Su objetivo es establecer una base de conocimiento sobre experiencias de transformación del cuerpo.

Para ello se explorarán dispositivos de retroalimentación sensorial basados ​​en sensores. Los resultados pueden servir en el diseño de nuevas terapias médicas. Por ejemplo, en casos de dolor crónico, recuperación tras un ictus o trastornos alimentarios. También podrán aplicarse en el diseño de dispositivos robóticos, avatares virtuales y ropa inteligente que mejore la imagen que una persona tiene sobre su cuerpo, haciéndola sentir más segura y mejorando tanto su salud emocional como física.

Estas son las preguntas que se hizo Ana Tajadura-Jiménez, ingeniera en Telecomunicaciones y doctora en Acústica Aplicada, profesora e investigadora del departamento de informática de la Universidad Carlos III de Madrid. Después de varios años investigando cómo crear ilusiones que nos ayuden a mejorar la percepción de nuestro cuerpo, ahora va a dar un paso más. Su proyecto BODYinTRANSIT pondrá las bases para crear dispositivos como ropa inteligente capaz de interpretarnos y ayudarnos a sentirnos mejor en nuestro propio cuerpo.

Ilusiones corporales

El cerebro procesa constantemente distintas señales que le indican cómo es nuestro cuerpo. Si nos tocamos un brazo, por ejemplo, percibimos dónde está el límite de nuestro cuerpo y esa es una información que el cerebro actualiza constantemente.

A partir de ahí, existe la posibilidad de crear una serie de ilusiones corporales. A base de transformar o añadir señales sensoriales a las que produce una persona, se puede alterar esa información que procesa el cerebro para crearse una percepción del cuerpo. 

“Nuestra forma de percibirnos a nosotros mismos se da a través de los sentidos. Si yo cambio esa información que te dan los sentidos, consigo que tú percibas tu cuerpo de manera distinta”, aclara Ana Tajadura-Jiménez. 

Todo esto puede ayudar, por ejemplo, a pacientes que se recuperan de un ictus a la hora realizar mejor sus ejercicios de rehabilitación o a una persona con un trastorno alimentario a mejorar la percepción de su cuerpo.

Por qué nos vemos como nos vemos

“Nuestra forma de percibirnos se da a través de los sentidos. Si yo cambio esa información, consigo que percibas tu cuerpo de manera distinta”

“Si te miras al espejo y ves la cara de otra persona en él, al principio no la percibes como tuya”, explica Ana Tajadura-Jiménez. “Sin embargo, si te llevas la mano a tu propio rostro y ves en el espejo que una mano hace lo mismo con la otra cara, empezarás a percibirla como tuya. También ocurre si mueves tu cara y la del espejo realiza el mismo movimiento”. 

Estas son señales sensoriales síncronas —y también conflictivas— que el cerebro tiene que procesar, pero que va integrando poco a poco. “Y esas señales te dicen que sí, que ese rostro que ves en el espejo es el tuyo. Aunque tú no lo percibas con la vista como tal, el resto de señales te indican que sí lo es. Llega un momento en el que haces clic y prácticamente aceptas esa cara que ves en el espejo como si fuera tu propia cara”, añade la experta.

Ana Tajadura-Jiménez comenzó a trabajar en esas ilusiones táctiles, visuales y motoras. “Sin embargo, yo había trabajado anteriormente con sonidos. Así que me planteé que, tal vez, los sonidos también representan nuestro cuerpo”, indica la investigadora. De esta forma, en cuanto consiguió financiación para trabajar como investigadora independiente, comenzó a crear ilusiones con sonidos.

“Imaginemos que una persona va caminando y percibe un sonido de pasos algo modificado, por ejemplo, de otra persona que sea más ligera. Como esos sonidos son síncronos con sus propias pisadas, la persona que camina comienza a sentirse también más ligera. Incluso hemos observado que empieza a caminar con movimientos consistentes con esa sensación”, apunta. Es algo así como caminar con una banda sonora que nos hace sentir más ágiles, como si fuéramos dibujos animados.

A lo largo de los años, Ana Tajadura-Jiménez y su equipo fueron creando una serie de ilusiones con sonidos, que no solo acaban afectando a los movimientos de las personas, sino también a otros aspectos como su estado emocional. Y el siguiente paso que dieron fue llevar esas ilusiones más allá de los límites de un laboratorio. 

Experiencias de transformación del cuerpo

“Empezamos a probar con dispositivos que las personas pueden llevar, como los wearables. Por ejemplo, podemos poner los sensores de movimiento sobre el cuerpo con bandas, o bien integrados en ropa”, indica. 

De esta manera, son capaces de modificar en el momento los sonidos que produce una persona para producir percepciones distintas sobre su propio cuerpo. “Puedes llegar a sentir que tu cuerpo es más pesado, o más ligero, incluso más grande o más pequeño solo con los cambios en estos sonidos”, aclara. Estas percepciones modificadas reciben el nombre de experiencias de transformación del cuerpo.

Existen muchos ejemplos de experiencias de transformación del cuerpo que Ana Tajadura-Jiménez y su equipo han logrado demostrar. “Imagina que das golpes con una mano sobre una mesa y los oyes más alejados. Entonces, comenzarás a percibir que tu brazo es más largo. También puedes llevar un brazalete que haga que, al levantar tu brazo, oigas un sonido de agua: esto te hará sentir más flexible y que tus movimientos son más fluidos. Incluso te puedes sentir más fuerte solo con oír que los golpes que das también lo son”, indica la experta.

Para qué sirve alterar las percepciones

Más allá de hacernos pasar un rato divertido, las experiencias de transformación del cuerpo pueden llegar a tener una gran repercusión en la salud de las personas. Esto se debe a que nuestra percepción del cuerpo está muy unida a los movimientos que hacemos, pero no solo eso. También lo está a otras cuestiones como nuestro estado emocional, a nuestras interacciones sociales o incluso a nuestra propia identidad.

“Hay tantas condiciones médicas que se ven afectadas por la percepción que tenemos de nuestro cuerpo, que tener la posibilidad de crear experiencias de transformación del cuerpo puede traducirse en multitud de aplicaciones clínicas”, explica Ana Tajadura-Jiménez. 

Un ejemplo sería poder cambiar la manera en que perciben su cuerpo personas con desórdenes alimentarios, que suelen presentar distorsiones en ese sentido. “También hay aplicaciones menos obvias. Hemos trabajado con pacientes que han sufrido un ictus y que, al recorrer un circuito durante su rehabilitación física, muestran una cierta asimetría a la hora de poner su pie derecho y su pie izquierdo. A base de cambiar los sonidos de los pasos, hemos conseguido modificar también esa asimetría. Así que esto puede tener un valor terapéutico”, indica la experta.

Fotos de Ana Tajadura-Jiménez. Firma: Antonio Caballero

Ana Tajadura-Jiménez también ha trabajado con pacientes que tienen dolor crónico en un proyecto en colaboración con Nadia Bianchi-Berthouze y Aneesha Singh en el University College London. Concretamente, lo ha hecho con dos poblaciones muy específicas: una de ellas formada por pacientes con síndrome complejo de dolor regional y la otra, por personas con dolor en la parte baja de la espalda. 

“En el primer caso, el dolor de estas personas aparece a veces de repente y sin una razón aparente. O bien se hacen daño en un brazo o en un pie y el dolor que sienten es descomunal, no se corresponde con la lesión que se han hecho”, describe la investigadora. 

Como consecuencia, estas personas desarrollan distorsiones de su cuerpo. “Sienten tanto dolor, que evitan tocar, mover o incluso mirar esa parte del cuerpo. Se cree que, al no recibir señales sensoriales, empiezan a experimentar distorsiones y desarrollan una negatividad hacia esa parte de su cuerpo. Por ejemplo, dejan de visualizar su propio pie o lo perciben con formas extrañas, como un pie de Frankenstein o un pie de pirata. Al introducir sonidos procedentes de ella, que son señales que no implican dolor, hemos visto que podemos modificar esas distorsiones”.

En el caso de las personas que sufren dolor en la parte baja de la espalda —un problema bastante común—, en muchos casos su propiocepción es defectuosa. “Por ejemplo, si se estiran para alcanzar un objeto, no saben si se están estirando lo suficiente o no y tienen mucho miedo de causarse más dolor”, aclara la experta. “Utilizando sonidos que acompañan sus movimientos, les damos información sobre su posición y les ayudamos a realizar correctamente un determinado movimiento. También podemos hacer que se sientan más capaces de hacerlo”.

Una ayuda en salud mental

Más allá de las condiciones físicas, las experiencias de transformación del cuerpo pueden llegar a tener aplicaciones también en problemas de salud mental. “La literatura científica recoge que muchas personas con depresión presentan sensación de pesadez. Como tenemos unos zapatos que modifican el sonido de las pisadas y sonidos que provocan sensación de ligereza, este podría ser un caso de estudio en el futuro”. 

Judith Ley

En este ámbito, su equipo lleva ya cuatro años trabajando con personas físicamente inactivas, concretamente con sus barreras psicológicas. “Hemos identificado que a veces se crean este tipo de obstáculos porque a una persona no le gusta su cuerpo, no se ve capaz de hacer un determinado ejercicio o no quiere ir al gimnasio porque le da vergüenza. Estamos trabajando para romper esas barreras mediante un cambio en la percepción de su cuerpo. Así, en un futuro, se verá capaz de realizar esa actividad física que ahora mismo no puede hacer”. 

En la vida real

El siguiente paso consiste en llevar esas experiencias de transformación del cuerpo a la vida cotidiana. De esta manera, es posible estudiar durante mucho tiempo a muchas personas a la vez para identificar sus necesidades en un entorno real. 

A eso se dedicará el proyecto BODYinTRANSIT, liderado por Ana Tajadura-Jiménez y que cuenta con un equipo multidisciplinar e internacional. Entre los perfiles que incorporará se encuentran un neurocientífico cognitivo, así como especialistas en inteligencia artificial e interacción persona-ordenador. El proyecto ya cuenta con perfiles como filósofos, que ayudan a aclarar conceptos de identidad propia, así como colaboradores en el diseño y fabricación de ropa inteligente. 

El equipo de BODYinTRANSIT trabajará, entre otras, con personas que tienen problemas con la apariencia de su cuerpo, con su capacidad —personas inactivas—, e incluso con bailarines —expertos en utilizar su cuerpo, pero que muchas veces presentan distorsiones en su percepción—.

“Queremos llevarlo todo un paso más allá. Realizaremos una investigación más sistemática y estudiaremos cómo llevar la tecnología que ya tenemos para crear las experiencias de transformación del cuerpo a un ámbito cotidiano. Probablemente integraremos esa tecnología portátil en ropa”. 

¿No sería más fácil esperar a que ese Metaverso en el que Facebook nos quiere meter a todos nos deje crear un avatar que se coordine con nuestros movimientos? En realidad, se trata de evitar el uso de gafas de realidad virtual para crear esas experiencias de transformación del cuerpo porque, en el día a día, no resultan muy manejables. 

“Al utilizar sonidos e información táctil y motora, dejaremos a un lado las señales visuales, que no son tan cómodas en su aplicación cotidiana. Partimos de prototipos que ya tenemos, como una banda sensorial o los zapatos que transforman el movimiento en sonido. Lo que haremos será evolucionar su portabilidad, por ejemplo, integrando sus funciones en ropa inteligente. Esto nos permitirá, entre otras cuestiones, explorar poblaciones grandes para identificar sus necesidades en un entorno real”, indica. En este sentido, Ana Tajadura-Jiménez trabaja en otro proyecto —Magic Outfit— junto a la diseñadora Kristi Kuusk para desarrollar un traje que integra sensores corporales y retroalimentación sensorial adaptada para cambiar propiedades específicas de la percepción del cuerpo.

“Yo creo que, en 2050, vamos a tener una segunda piel capaz de sentir nuestro estado emocional y de monitorizar nuestros movimientos u otras señales que emite el cuerpo. Con esa información, nos ayudará a interactuar mejor con nuestro entorno social, a ser más eficientes y más felices”. 

En este punto, la ética será fundamental. “Una gran parte de nuestro proyecto consiste en definir qué es mejor para las personas. Se trata de desarrollar una tecnología inteligente que forme parte de nuestro cuerpo y que aprenda de nosotros, pero que, al mismo tiempo, nosotros controlemos. Que seamos nosotros quienes establezcamos qué es mejor para nosotros mismos”, finaliza.