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Vacunación a lo largo de la vida, ¿por qué es tan importante?

Se tiende a pensar que las vacunas están dirigidas sobre todo a niños, pero la realidad es que las personas mayores también necesitan inmunizarse contra determinadas enfermedades infecciosas para reducir los efectos graves que pueden ocasionar en ellas

Laura Fortuño

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Subirse la manga, respirar, contar apenas dos segundos. El pinchacito prácticamente no se nota. Y ya está. Vacunarse contra una enfermedad es un proceso muy rápido pero sus beneficios pueden durar toda la vida. De hecho, no es casualidad que empiecen por la misma letra, porque si algo nos ha quedado claro estos últimos meses de pandemia mundial, es que las Vacunas salvan Vidas. No existe otra manera de prevenir, controlar y vencer algunas enfermedades: vacunándonos contra ellas, y no solamente durante la infancia, donde recibimos las primeras dosis, sino también en el resto de las etapas de nuestra existencia. 

Y es que las cifras hablan por sí solas: la Agencia Europea del Medicamento (EMA) estima que cada año se evitan entre dos y tres millones de muertes gracias a la existencia de vacunas contra enfermedades como la poliomielitis, la difteria, el tétanos, la tosferina, la gripe o el sarampión, entre otras. De hecho, precisamente el sarampión suponía una de las principales causas de muerte infantil hasta el año 2000, pero gracias a la vacuna, los fallecimientos por sarampión disminuyeron un 73% entre 2000 y 2018. Se calcula que las vacunas evitaron más de 23 millones de muertes por sarampión durante este lapso de tiempo.

Envejecer de forma saludable gracias a las vacunas

España será el país con más ancianos en el año 2040. La esperanza de vida en nuestro país alcanzará los 85,8 años para entonces, contexto que merece ser tenido en cuenta al conocer las conclusiones de un estudio de la Universidad de Washington, que pone en evidencia la importancia de una correcta inmunización a lo largo de toda la vida para reducir al máximo posible la morbilidad y mortalidad de enfermedades infecciosas como la gripe estacional, el herpes zóster, la tosferina o la enfermedad neumocócica.

Por ejemplo, en el caso de la Covid, las vacunas han evitado en nuestro país alrededor de un 90% de hospitalizaciones y muertes, según datos del ‘Informe de análisis de la efectividad de la vacunación frente a la COVID-19 en España’, elaborado por el Ministerio de Sanidad, el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III y la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS).

Nuestro sistema inmunológico se debilita a medida que cumplimos años. El envejecimiento no solamente aumenta el riesgo de padecer enfermedades infecciosas, también incrementa las posibilidades de que estas se compliquen. Una situación que aún se dificulta más si tenemos en cuenta que muchos adultos presentan comorbilidades: según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), casi el 50% de los hombres y el 59% de las mujeres tienen alguna enfermedad o problema de salud crónico. Así que no solo nuestra población estará cada vez más envejecida, también aumentará el número de personas con patologías crónicas.

El herpes zóster es una infección causada por el mismo virus que provoca la varicela

Las vacunas dirigidas a personas adultas son imprescindibles para mantener unos hábitos de vida saludables, del mismo modo que por seguir una alimentación adecuada o mantenernos activos. Las enfermedades prevenibles por la vacunación pueden suponer, en caso de padecerlas, una gran carga para las personas mayores y sus familiares, por eso es necesario recordar que tienen a su disposición vacunas seguras y eficaces que pueden aumentar su calidad y esperanza de vida. Para ello, el Grupo de Vacunas de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) insiste en la importancia de la vacunación sistemática para las personas mayores, con la vacuna antigripal, la vacuna frente al neumococo, la difteria, tétanos y tos ferina, y el herpes zóster.

Más consecuencias de la pandemia

Logró confinar a más de 3.000 millones de personas en todo el mundo y provocó una crisis sin precedentes. A la lista de efectos que ha supuesto la pandemia hay que sumar un aumento del riesgo de padecer ciertas enfermedades después de la infección por la Covid-19, como por ejemplo el herpes zóster, un sarpullido en la piel causado por la reactivación del virus de la varicela – zóster. Así lo ha demostrado un estudio realizado por la farmacéutica GSK en EE.UU, en el que se observó que los mayores de 50 años que han padecido la enfermedad tienen mayor riesgo de desarrollar herpes zóster en comparación con aquellas personas a las que no se le ha diagnosticado el virus.

Aunque el herpes zóster tiene una baja mortalidad, en algunos casos puede complicarse y dar lugar a secuelas, por ejemplo, a la neuralgia postherpética, que se caracteriza por dolor intenso con carácter persistente, que provoca una pérdida de capacidades y de calidad de vida para las personas enfermas. Otras complicaciones pueden ser pérdida de visión, problemas neurológicos, o infecciones en la piel.

Las vacunas no solo son beneficiosas para las personas, a quienes evitan importantes enfermedades, sino que además ahorran costes al sistema, porque forman parte de un estilo de vida saludable que redunda en el sector económico. Y esto es algo que hemos podido comprobar a raíz de la pandemia del Covid-19: la actividad económica no se ha retomado hasta que no han conseguido altas coberturas vacunales. Por eso los profesionales de la salud, los investigadores médicos y las organizaciones médicas profesionales quieren resaltar la importancia de la inmunización durante toda la vida. En resumidas cuentas, si vamos a vivir más años, que sea con salud.

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