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un proyecto de

FUTURO AZUL

De aquí sale el pescado que comemos (y que ya los romanos lo sabían)

El sector acuícola español no solo ofrece pescado de calidad, sino un océano de posibilidades: desde nuevas oportunidades laborales, gracias a los cursos de formación en toda España, hasta nuevas vidas para localidades de interior, cuyo tejido industrial se reactiva mediante los viveros

Ana Belén Madrid

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No es un juego de palabras: el océano de posibilidades de la acuicultura hace referencia al crecimiento imparable del sector que, en materia de economía, abre la puerta a nuevos empleos, nuevos cultivos y nuevas vidas para localidades de interior, gracias a los viveros de acuicultura. De ellos salen, cada año, miles de toneladas de pescado de calidad, producido de modo sostenible y comercializado a precios asequibles, para democratizar el consumo de un producto saludable y necesario. De hecho, es importantísima fuente de proteínas, ácidos grasos y minerales.

Para saber a dónde vamos, es necesario saber de dónde venimos. Una somera perspectiva histórica de la acuicultura española: ya hace 2.000 años, los romanos usaban viveros de peces para alimentarse. Tanto en El Campello, en Alicante, como en Barbate, en Cádiz, hay restos de aquella época que lo atestiguan -en la primera localidad, por cierto, son un importante atractivo turístico-. Si saltamos al siglo XIX, veremos que Segovia y Zaragoza se disputan el honor de ser cunas de la acuicultura moderna. Desde que el modelo actual se asentara en estas ciudades, no ha dejado de expandirse, con un aumento exponencial en los 60.

Todo este recorrido nos lleva a 2022, cuando los últimos datos hablan de una actividad más que consolidada en España. Somos líderes europeos en producción de acuicultura. Solo en 2020, se generaron más de 307.000 toneladas. En 2019, además, había 5.200 instalaciones dedicadas a esta producción, 190 más que un año antes. En el sector trabajan casi 40.000 personas, tanto de forma directa como indirecta. Y es el momento de mirar hacia el futuro porque, en los años venideros, la acuicultura será imprescindible para alimentar a la población mundial.

Las investigaciones evidencian que el mercado español podría asumir nuevas especies de pescado, empezando por el cherne

Gracias a importantes centros investigadores situados por toda España, como el Instituto Agronómico Mediterráneo de Zaragoza (IAMZ), y a las instalaciones de producción de acuicultura punteras distribuidas por todo el país, el sector se muestra optimista. Y debería hacer lo propio la sociedad, porque la actividad no solo es muy sostenible, sino que tiene grandes posibilidades de crecimiento.

Un sector donde hay mucho empleo

Para que un sector se desarrolle se requieren, sobre todo, personas que estén dispuestas a trabajar en él. Según el Observatorio Español de Acuicultura de la Fundación Biodiversidad, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, hay dos ciclos formativos de grado medio y un grado superior de formación profesional centrados en esta actividad. Los dos primeros son, respectivamente, el curso de técnico en Cultivos Acuícolas y el curso de Operaciones Subacuáticas e Hiperbáricas. Por su parte, el grado ofrece el título superior en Acuicultura. Todas las formaciones son de dos años y se imparten hasta en ocho institutos y centros de formación, repartidos por autonomías donde se practica la acuicultura: Cataluña, Murcia, País Vasco, Andalucía y Canarias.

Tres ciclos formativos de FP medios o superiores, 15 grados universitarios y 7 másteres constituyen la oferta formativa en acuicultura

En lo referente a los grados universitarios, el mismo observatorio apunta que existen hasta 15 relacionados con la acuicultura. Concretamente, Biología, Ciencias Ambientales, Ciencias del Mar, Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Innovación y Seguridad Alimentaria, Química y Veterinaria, así como las ingenierías Agroalimentaria, Agrícola, Industrias Agrarias y Alimentarias, Agroalimentaria y Medio Rural, Agroambiental y Forestal. Por no hablar, claro, de los siete másteres oficiales que se imparten en las universidades de Las Palmas de Gran Canaria, Cádiz, Murcia, Valencia, Barcelona o Granada, entre otras autonomías. De nuevo, en lugares donde la acuicultura juega un papel capital.

La amplitud de las posibilidades formativas demuestra el interés creciente por el sector y, además, las posibilidades que tiene. En los viveros trabajan biólogos marinos y veterinarios, pero también técnicos superiores y profesionales de otros ámbitos, necesarios para el correcto funcionamiento de las instalaciones, como electricistas o fontaneros. Muchas empresas tienen gran importancia para localidades del interior, cuyo tejido social se ve reactivado por la llegada de una planta acuicultora a la zona.

En localidades del interior de España, como El Grado, en Huesca, la instalación de viveros revitaliza comunidades rurales

Sirva como ejemplo el vivero de El Grado, en Huesca. En esta pequeña localidad del Pirineo oscense, con 393 habitantes, se ubica uno de los viveros de esturión más importantes de España. Hablamos de un pez en peligro de extinción, cuya pesca extractiva está severamente controlada, por lo que la acuicultura es fundamental para él. Pues bien, la mayoría de empleados de El Grado provienen de localidades cercanas. En el mismo sentido se expresa Jorge Dorado, director de una empresa en La Rioja. “En las zonas rurales, aportamos un valor añadido”, constata.

Las nuevas especies

La acuicultura española ofrece varias especies de pescado de calidad: lubina, dorada, corvina, seriola, rodaballo, anguila, lenguado, atún rojo, trucha arcoíris, mejillones y microalgas. Pero, además, las continuas investigaciones evidencian que el mercado español podría asumir nuevas opciones, lo que ampliaría la oferta acuicultora española. Es el caso, por ejemplo, del cherne y otras especies como el dentón, la hurta o el sargo. Un estudio de la Junta Nacional Asesora de Cultivos Marítimos (Jacumar), dependiente del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, demostró, ya en 2007, que el cultivo de estos pescados puede ser rentable y muy reclamado, sobre todo, de cara a la Navidad.

Las posibilidades se van a ver respaldadas de forma eficiente por la Unión Europea, que cree firmemente en la necesidad de la acuicultura para la alimentación del mañana y lo considera un sistema sostenible. Junto con el Plan Estratégico de la Política Pesquera Común (PPC), el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia y el Fondo Europeo Marítimo de la Pesca y la Acuicultura (FEMPA), el sector agroalimentario europeo va a contar con una inyección financiera de 55.000 millones de euros hasta el año 2027. “Constituye una valiosa herramienta que permitirá afrontar con garantías los retos medioambientales, sociales y económicos de la próxima década”, explican desde Jacumar.

Es la propia Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) la que defiende la importancia del sector. En su último informe SOFIA sobre el estado mundial de la pesca y la acuicultura (Sofia, por sus siglas en inglés), la FAO subraya el “gran potencial” de la acuicultura “para alimentar y nutrir a la creciente población mundial”. España, país que cuenta con 8.000 kilómetros de costa y uno de los ecosistemas fluviales más importantes de Europa, no puede ni va a quedarse atrás en esta revolución azul, porque favorece la economía y el empleo, pero sobre todo es buena para el entorno y las personas.

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