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Herpes zóster: la reactivación de un virus durmiente

Con motivo de la celebración hoy 17 de octubre del Día mundial del dolor, hablamos sobre una de las enfermedades más dolorosas que existen, el herpes zóster, también conocido como culebrilla. Según la escala abreviada de dolor McGill, el herpes zóster y la neuralgia postherpética superan el dolor del parto, la artrosis y el dolor postquirúrgico

Juanjo Villalba

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Este 17 de octubre se celebra el Día Mundial del Dolor y es una buena ocasión para hablar de una de las enfermedades que no suele recibir toda la atención que se merece. El herpes zóster es una enfermedad infecciosa que se caracteriza por un dolor que puede ser intenso y descrito con sensaciones de tipo eléctrico y punzante asociado a un sarpullido o la aparición de ampollas en la piel, frecuentemente a un solo lado del cuerpo.

Este virus queda latente después de haber pasado la varicela, generalmente en la infancia, con lo que en torno a un 90% de la población adulta está en riesgo de padecerlo. A lo largo de su vida, aproximadamente una de cada tres personas entre 50 y 90 años podrá desarrollar un herpes zóster.

El virus puede reactivarse en cualquier momento, pero suele ocurrir a partir de los 50 años o cuando el sistema inmunitario de los pacientes se ha debilitado a consecuencia de padecer determinadas enfermedades o estar en tratamiento con fármacos inmunosupresores, que debilitan nuestro sistema inmunitario.

En qué consiste

La erupción suele aparecer en la zona de la cintura o la espalda, adoptando con frecuencia una forma alargada similar a un cinturón, de ahí el nombre que se le suele dar tradicionalmente: “culebrilla”. Sin embargo, también puede manifestarse, aunque menos comúnmente, en los brazos o la cara, incluso afectando los ojos, los oídos o la boca.

En la mayoría de los casos, el sarpullido y el dolor desaparecen en un período de dos a cuatro semanas. Sin embargo, entre el 5% y el 30% de las personas experimenta un dolor intenso que persiste durante más de tres meses después de que la erupción haya desaparecido. Esta complicación, conocida como neuralgia postherpética (NPH), es la más frecuente en el caso de la culebrilla.

La neuralgia postherpética se caracteriza por provocar un dolor que puede ser constante o intermitente en los nervios sensitivos encargados de la percepción de la temperatura y el dolor. En algunos casos, este dolor puede ser tan intenso que llega a ser incapacitante. La duración de este dolor puede extenderse varios meses o incluso años, y no siempre responde a los analgésicos.

Además de la neuralgia postherpética, existen otras complicaciones graves pero menos frecuentes asociadas al herpes zóster, como pérdida de visión o audición, vértigo, zumbidos en los oídos, parálisis temporal o permanente de los músculos de un lado de la cara, así como infecciones bacterianas de la piel debido a las ampollas o la afectación del sistema nervioso central.

Consecuencias del herpes zóster

El dolor relacionado con el herpes zóster puede ser extremadamente debilitante que puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de los pacientes, limitando su capacidad para llevar una vida normal debido a la intensidad del dolor. Por eso mismo, puede acabar provocando depresión, absentismo laboral y la necesidad de interrumpir tratamientos en determinados enfermos.

Una vez que se reactiva, se recomienda mantener el sarpullido lo más limpio y seco posible para evitar una infección secundaria en la piel y acudir cuanto antes a un profesional sanitario para que evalúe la situación y pueda prescribir un tratamiento. Estos antivirales se recomiendan idealmente en las primeras 72 horas de aparición del herpes zóster.

Para más información puede consultar la página web www.virusherpeszoster.es

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